viernes, 18 de diciembre de 2009

El Artificialismo infantil.

EL ARTIFICIALISMO INFANTIL Y LAS ETAPAS ULTERIORES DE LA CASUALIDAD.
J. Piaget
El artificialismo infantil consiste en considerar las cosas como el producto de la fabricación humana en lugar de prestarles a ellas la actividad fabricadora.
El artificialismo infantil es un fenómeno mucho más complicado en sus manifestaciones como en los componentes psicológicos que están en su raíz. Es necesario estudiar las explicaciones que los niños dan del origen de los astros, de los cursos de las aguas, de las primeras materias, de las montañas, etc.
En la lectura se propone un método que tiene la ventaja de no prejuzgar lo que concierne a la homogeneidad y, sobre todo, al sincronismo de las concepciones artificailistas del niño.

EL ORIGEN DE LOS ASTROS
Aunque parece raro preguntar a los niños de dónde viene el sol, la luna y las estrellas, en realidad no hay ningún asunto absurdo para ellos.
De acuerdo a preguntas planteadas a niños de diferentes edades, se puede distinguir en el desarrollo de las representaciones relativas al origen de los astros, tres etapas más o menos claras. Durante la primera, el niño atribuye el origen de los astros a la fabricación humana (o divina). Durante la segunda etapa, los astros tienen un origen sobrenatural, semiartificial: son debidos, por ejemplo: a la condensación de las nubes, pero las nubes mismas salen del tejado de las casas de los humos fabricados por los hombres. Durante la tercera etapa el niño llega a la idea de que el origen del sol no tiene nada que ver con la industria humana. El niño inventa un origen natural (condensación del aire, de las nubes, etc.)

LA PRIMERA ETAPA: LOS ASTROS SON FABRICADOS.
Los niños asimilan la aparición del sol y la luna al nacimiento de un ser vivo, estando admitido naturalmente que el nacimiento mismo está concebido por el niño como una especie de fabricación de la que no se puede precisar el “cómo”, pero que consiste en construir algunas cosas vivas. Pero al menos los niños hablan del crecimiento de los astros como si el sol y la luna comenzasen por ser “pequeños”, a la manera de los niños.
En cuanto a la luna, creen que es el sol mismo, pero que, a causa de la noche pierde sus rayos: la luna “es el sol. Es a causa de que cuando es de noche no tiene rayos” .Es cierto que la luna es más gorda. Pero es “porque alumbra la noche. Ella debe ser más gorda, porque hay una multitud de gentes que vuelven a sus casas. Entonces el sol ilumina.
En cuanto al origen de las estrellas, las explicaciones de la primera etapa son las mismas en lo que concierne al sol y la luna.
La razón de este artificialismo es evidente, ya que hace creer a todos los niños que las estrellas sirven para indicar el tiempo.
Estas participaciones se prolongan en animismo: el sol está vivo, es consciente e intencionado. En una palabra, la enseñanza religiosa no la recibe pasivamente el niño sino que es deformada y asimilada conforme a tres tendencias que tienen existencia anterior a estas enseñanzas. Estas tendencias son precisamente la tendencia a crear participaciones, la tendencia artificialista y la tendencia animista, que son de gran importancia en la mentalidad del niño.

SEGUNDA Y TERCERA ETAPA.
Los astros tienen un origen parcial, después enteramente natural. La mejor prueba del carácter espontáneo de las representaciones artificialistas del niño es su continuidad, y el carácter insensible de su desaparición. Los niños de diez-once años llegan por sí mismos a la idea de que los astros tienen un origen natural, y entre esta tercera etapa y la primera existen todos los casos intermedios.
Estos casos intermedios pertenecen a la segunda etapa. Son los niños que atribuyen a los astros un origen medio artificial, medio natural. En la mayor parte de los casos los astros están considerados como constituidos por un proceso natural, pero procediendo de sustancias de origen artificial: así, los astros han sido hechos ellos solo de las nubes, pero las nubes a su vez lo han sido del humo de las chimeneas y de los hornos de las casas.
En otros casos más o menos influidos por la enseñanza adulta, los astros se conciben como fuego salido de los volcanes o de las minas, etc., tomando el hombre, además, alguna parte en esta formación.
El mecanismo de estas explicaciones es muy claro. El niño parte de dos hechos de observación: los astros salen de detrás de las montañas y los astros son de fuego.
En cuanto a las estrellas, los niños de esta etapa las explican de la misma manera, o bien, la conciben como saliendo de la luna o del sol, al modo de los niños de la tercera etapa.
Entre la segunda y la tercera etapa la continuidad es completa: basta suprimir de las explicaciones que preceden la idea de que las nubes han salido de las casas para obtener una explicación enteramente natural del origen de los astros.
En cuanto a las explicaciones relativas al origen de las estrellas, los niños de la tercera etapa aplican naturalmente a las estrellas el mismo cuidado de explicación natural. Las estrellas llegan a ser, desde luego, emanaciones de la luna, de los relámpagos, etc.
Cuanto más avanzados están los niños, formulan menos fácilmente una hipótesis sobre el origen de los astros. No es lo mismo para los pequeños, para quienes todo es sencillo. Hacia los once-doce años, el niño responde con frecuencia: “no se puede saber”, “no tengo idea” etc. El artificialismo, aun llegado a inmanente, como es el caso en esta tercera etapa, en que la actividad fabricadora se le retira al hombre para atribuirla a la propia naturaleza, conduce de este modo a una crisis: un gnosticismo provisional sucede a las cosmogonías demasiado audaces.
La suerte del animismo está ligada hasta el fin a la del artificialismo. Casi la mitad de los niños de esta tercera etapa no son animistas del todo, mientras que las tres cuartas partes de los niños de la segunda etapa lo eran del todo. La explicación natural ha matado la creencia en la conciencia de los astros. En cuanto a la otra mitad de los niños, permanece animista, pero de un animismo en cierto modo inmanente. Los astros no se ocupan más de nosotros, no nos siguen ya, etc. Pero quedan conscientes de su propia marcha.
En conclusión, podemos observar que el artificialismo integral, nacido de las participaciones primitivas, cede el paso ante un artificialismo mitigado, reemplazado finalmente por explicaciones naturales, primero dinámicas y finalistas (artificialismo inmanente) y después cada vez más mecánicas.

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